Un día los soldaditos fueron regalados a un niño y llegaron a una casa llena de juguetes. De todos ellos, el castillo de papel fue el que más le gustó al soldadito de plomo. ¡Era tan bonito y grande! y además en su puerta tenía una elegante bailarina.
- ¡Qué guapa es! ¡Podría ser mi esposa y entonces viviríamos juntos en su castillo!, pensó el soldadito.
Cuando llegó la noche y todos en la casa se fueron a dormir, los juguetes se despertaron. El soldadito observaba escondido detrás de una caja de tabaco al resto de los juguetes, y en especial a su bailarina, cuando de repente sonaron las doce y se abrió de golpe la caja de tabaco. De ella salió un trol negro.
- ¿Qué miras soldadito de plomo? ¡Mira a otro lado!
El soldadito se echó a reír y el trol enfadado le contestó.
- ¿Ah no? ¡Pues ya verás!
Al día siguiente el niño colocó al soldadito en la ventana y de repente vino una corriente de aire - no se sabe si por culpa del trol o por qué- y lanzó al soldadito hasta la calle. Rápidamente el niño bajó a buscarlo pero aunque el soldadito estaba ahí mismo, no lo vió.
El soldadito se quedó sólo y por si fuera poco empezó a llover. Unos niños lo encontraron y no se les ocurrió otra cosa que hacer un barco de papel y meterlo dentro para que navegara por las calles. Pero no fue en absoluto divertido. El barco se movía cada vez más y el pobre soldadito empezó a estar mareado, pero como era un soldado valiente continuó con la vista al frente sujetando con fuerza su fusil. Llegó a un desagüe donde la corriente era más y más fuerte y en esos momentos de angustia el soldadito sólo podía pensar en ver a su bailarina. Continuó en el barquito, pero hubo un momento en el que éste no pudo aguantar más, acabó deshaciéndose y el soldadito se hundió con él…. hasta que por ahí apareció un pez y engullió al soldadito.
A
Pero sin saber porqué el niño lo cogió y lo lanzó a la chimenea. El pobre soldadito empezó a consumirse poco a poco sin poder hacer nada por salvarse. En medio del tormento miró a la bailarina y ella lo miró a él. Entonces surgió otra ráfaga de viento y la bailarina voló hasta la chimenea junto a él y ambos desaparecieron juntos entre las llamas.
Al día siguiente, nada quedaba de los dos salvo una pequeña bolita de plomo, que curiosamente, tenía forma de corazón.
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